lunes, 8 de julio de 2013

La omnipotencia de Dios



La reflexión sobre la omnipotencia divina se encuentra abocada a un dilema. Es una convicción fundamental de la Escritura y de la tradición eclesial la afirmación de que Dios es omnipotente. "A Dios nada le es imposible", dice la Biblia (Gn 18,14; Mt 19,26; Mc 10,27; Lc 2,37; 18,27). Después de haber discutido apasionadamente con Dios sobre el problema del dolor, Job confiesa: "Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable" (Jb 42,2; véase también Is 43,13). Para la Iglesia primitiva, la fe en la omnipotencia de Dios era tan importante que se expresa en el primer artículo del credo: "Creo en Dios, Padre todopoderoso". En la liturgia se invoca a menudo al "Dios omnipotente". El discurso sobre la omnipotencia de Dios se relaciona con la confianza de los creyentes en que serán salvados. Puesto que el poder de Dios, que nos ama como padre, es superior a todo, podemos albergar la confianza de que nos salvará de los poderes de la perdición. Cuando se tiene poder se puede alcanzar lo que se quiere, se pueden imponer los propios objetivos. Fácilmente el poder puede convertirse en opresión y ejercerse violentamente. De hecho, esto es lo que ha ocurrido hasta ahora. Con el poder se ha oprimido y explotado pueblos, razas, grupos sociales, mujeres. Resulta, pues, sospechoso hablar de la omnipotencia de Dios por las siguientes razones:

1. Un Dios omnipotente parece perjudicar y eliminar la libertad de las personas. Quien tiene poder puede ir contra la libertad de los demás. Un Dios omnipotente aparece como competidor de la libertad humana.

2. Un Dios omnipotente inspira miedo. Parece, más bien, un demonio que atemoriza y no un padre que nos ama maternalmente.

3. Si Dios es omnipotente, ¿no debería haber creado otro mundo y evitar el dolor? He aquí la objeción que siempre se ha levantado contra la idea de un Dios todopoderoso y amoroso. Esta cuestión ha alcanzado una nueva dimensión después del exterminio de los judíos bajo los nazis. ¿Puede hablarse todavía de la omnipotencia de un Dios amoroso después de Auschwitz?


¿Señor de la historia?

Con la creación a partir de la nada, Dios se ha limitado y ha otorgado un espacio a la existencia y a la autonomía del mundo. Al crear Dios el mundo, renuncia a todo poder de intromisión en el transcurso físico de las cosas. También en el otorgamiento de la libertad humana hay una renuncia del poder divino. Puede darse una "llamada de Dios a las almas", "pues la debilidad de Dios sólo se refiere a lo físico".


Jesucristo "imagen del Dios invisible" (Col 1,15)

Jesús actúa con poder divino. A partir de su comportamiento y destino, puede verse cómo Dios actúa poderosamente y cómo hay que entender su poder.

1. Jesús se dirige convincentemente a las personas, con sus palabras y obras, les incita a cambiar e influye en ellas. Así ejerce poder. Pues el poder es la posibilidad de influir en los demás (p. Ej., el poder de la propaganda o de los medios de comunicación). Esta influencia no tiene por qué oprimir o coartar a los demás. En todo caso, Jesús tiene poder sobre las personas al liberarlas de su falta de libertad y otorgarles la confianza de caminar hacia la vida verdadera. Anima las personas para que puedan enderezarse (Lc 13,13; 5,24; Jn 5,8). La liberación de Jesús repercute en todos los ámbitos de la vida humana, incluso en el corporal y el social. Los medios que pone en práctica salvaguardan la libertad y rechazan como tentación otros medios, como el milagro espectacular o el uso de la violencia (Mt 4,1-11; 26,52). Con lo que predica (la incondicional donación de Dios a las personas, especialmente las más perdidas) y con su manera de actuar, Jesús convence y mueve al consentimiento. Jesús actúa con poder al conducir a los demás a una vida liberada.

2. Al dirigirse Jesús a los demás, desarmado y sin violencia, y respetar su libertad, se hace vulnerable. Puede ser mal entendido, rechazado. De hecho, esto fue lo que le aconteció. Para anular su influencia, experimentada como perturbadora, y privarle de todo poder, fue excluido y acosado por quienes recurrían a la violencia. Finalmente, murió en una cruz. La manera de Jesús de ejercer el poder supone, pues, una renuncia al poder.


El verdadero poder de Dios

Dios, al haber creado un mundo con una capacidad autónoma de actuar, ha limitado su poder y debe experimentar muchas cosas que contradicen a su amor a las criaturas. Jesús llora sobre Jerusalén (Lc 19,41). La Biblia presenta un Dios que se compadece y se deja afectar por el dolor de las personas (Os 11,1-11). No deberíamos rechazar por antropomorfa esta manera de hablar: expresa que Dios no quiere lo que sucede muchas veces en el mundo y se deja afectar por ello. De ahí que pueda hablarse de una impotencia a la que Dios se ha entregado al crear el mundo. Dios puede llevar a los hombres a una mayor reflexión y a una vida más profunda. En una catástrofe, puede mover a las personas para que acojan al necesitado. Ninguna situación puede agotar las posibilidades de Dios, que permanece próximo a su mundo y abre un nuevo futuro, incluso en la muerte.


¿Cómo estuvo Dios presente en Auschwitz?

A buen seguro, no quiso esta locura. Sin embargo, en los campos de concentración hubo personas que lloraron juntas, se sostuvieron mutuamente, se consolaron en medio de la desesperación, se pusieron a favor de los judíos, incluso arriesgando sus vidas. ¿No estuvo Dios cerca de tales personas, mostrando que su amor no acaba en la impotencia?


En resumen: el poder de Dios no es ilimitado. Al crear el mundo, Dios acepta también los límites y se muestra dispuesto a aceptar y padecer fatigas. Pero el poder de Dios, como poder del amor, es inagotable y comunica a sus criaturas ser, vida, capacidad de acción y, con ello, autonomía y libertad. "El amor no acaba nunca" (1 Co 13,8).

KUNZ, E.