martes, 28 de enero de 2020
domingo, 19 de enero de 2020
jueves, 16 de enero de 2020
miércoles, 15 de enero de 2020
martes, 14 de enero de 2020
lunes, 13 de enero de 2020
Mi alma está sedienta de Ti - Salmo 62
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma
está sedienta de Ti;
mi carne
tiene ansia de Ti,
como tierra
reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu
fuerza y tu gloria!
Tu gracia
vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi
vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré
como de enjundia y manteca,
y mis
labios te alabarán jubilosos.
Porque
fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma
está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Sólo quien ama intensamente y se sabe amado puede pronunciar con
sinceridad las palabras de este salmo. “Mi alma está sedienta de ti” expresa
una necesidad profunda, acuciante, tan honda como la sed física, tan dolorosa,
incluso, como el hambre. El salmista aún añade: “mi carne tiene ansia de ti”. El deseo de Dios, de plenitud, de
trascendencia, es tan ferviente como el deseo amoroso.
Este cántico nos habla de un amor que quizás nos parece muy alejado de los
parámetros de nuestro mundo moderno. Hoy escuchamos que el amor va y viene, que
nada dura para siempre; oímos decir que la gente tiene hambre de afecto, de
cariño, de reconocimiento. Y también vemos cuántas enfermedades del alma nos
aquejan e intentamos vanamente paliar con medicinas, frenesí, ruido, gastos
materiales y divertimentos que, al final, sólo consiguen dejarnos exhaustos y
más vacíos.
El salmista habla de una sed que siempre aquejará al ser humano porque estamos
hechos así, con un pozo interior que sólo puede llenarse de algo inmenso y
eterno. Ojalá todos sintiéramos ese deseo dentro y lo reconociéramos. Porque el
hombre sediento que está vivo busca la fuente que lo sacie, y no duda en
emprender el camino. Es cierto que el mundo le ofrecerá muchas falsas bebidas,
falsos alimentos y bálsamos engañosos para saciar su hambre infinita. Pero si
el alma está despierta, la sed persistirá y le empujará a continuar buscando. Hasta
que, en algún momento, la misma fuente que persigue le saldrá al camino.
Cuando Dios entra en nuestra vida, nuestra alma, árida como tierra reseca,
renace. Dios nos sacia, y nos vuelve a saciar, y jamás se cansa de regalarnos
sus dones. La vida penetrada por Dios experimenta tal cambio, que la respuesta
estalla forma de alabanzas: “Toda mi vida
te bendeciré”, “a la sombra de tus alas canto con júbilo”. Si realmente
estamos saciados de Dios, eso ha de notarse en una vida llena, activa, pacífica
y profundamente alegre.
La unión con Dios no es algo reservado a “los
santos y los místicos”. Todos los cristianos —en realidad, todos los seres
humanos— estamos llamados a vivir esta experiencia de amor íntimo que nos
arraiga en la tierra y nos permite crecer hacia el cielo.
martes, 7 de enero de 2020
lunes, 6 de enero de 2020
Epifanía: todos los caminos llevan a Dios
Todos los caminos llevan a Dios. Sea el camino de la oración: sea el
del estudio de la verdad: sea el de la comunidad y la familia; sea el del
servicio y la entrega: sea el de la profesión y el trabajo; sea el del dolor y
la enfermedad; sea el del desprendimiento y la solidaridad. En todos los
caminos de la vida siempre aparecerá una estrella que nos conduzca hasta
Cristo. Necesitamos lucidez para descubrir la estrella, que puede ser algo o
alguien muy sencillo, y decisión de seguirla hasta el final. Necesitamos,
previamente, lo más importante: hambre de Dios, deseo grande de encontrar a
Dios. Los magos son modelo y maestros en la fe, por su apertura a la llamada de
Dios, su docilidad para seguirla, su perseverancia en el seguimiento, su
acogida en el descubrimiento y su capacidad de cambio o conversión. José
María Martín OSA
domingo, 5 de enero de 2020
miércoles, 1 de enero de 2020
Compasión
Dos hombres, los dos muy enfermos, ocupaban la misma habitación del
hospital. Uno de ellos se sentaba todas las tardes durante una hora a fin de
eliminar las secreciones de los pulmones. Su cama estaba junto a la única
ventana de la habitación. El otro enfermo pasaba los días tumbado sobre la
espalda. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus esposas, sus hijos,
su trabajo, describían sus casas, sus vacaciones… Y cada tarde cuando el enfermo
se sentaba junto a la ventana, éste le contaba a su compañero lo que veía en el
exterior. Veía un gran lago donde los patos y los cisnes jugaban en el agua;
los niños hacían navegar a sus barcos de papel; las parejas se paseaban y
abrazaban bajo los árboles. Otro día le describía con todo detalle un desfile
militar y aunque no podía oír la música, podía ver y oír con los ojos de la
imaginación. Y así pasaron días y días. Mientras el enfermo le contaba estas
cosas su compañero cerraba los ojos y se imaginaba un mundo maravilloso, ahí
afuera. Una mañana la enfermera encontró el cuerpo sin vida del enfermo que
estaba junto a la ventana. Había muerto tranquilamente durante el sueño. Al
cabo de unos días, el otro enfermo pidió la cama junto a la ventana y se lo
concedieron. Cuando se encontró solo en la habitación se levantó y se acercó a
la ventana para echar su primer vistazo al exterior. Ahora podría ver por si
mismo lo que su compañero le había descrito. Con mucho cuidado se estiró y vio
un muro. El hombre le preguntó a la enfermera por qué su compañero le había
pintado otra realidad tan distinta. Ésta le dijo que era ciego y que ni
siquiera podía ver el muro. “Tal vez
quiso darle ánimo”, le contestó.
Una buena actitud para empezar el año.
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