"Viene al caso contar
aquí lo que le sucedió a un hombre que contemplaba un capullo de seda en el que
había visto que se abría una pequeña brecha. Observó después cómo la mariposa
luchaba durante horas para forzar el paso de su cuerpo a través de ese estrecho
agujero. Al cabo de bastante tiempo le dio pena, porque le pareció que la
mariposa no podía continuar y estaba sufriendo, así que decidió ayudarle
abriéndole por completo la salida con unas tijeras. La mariposa salió con gran
facilidad. Tenía el cuerpo hinchado y unas alas muy pequeñas. El hombre
esperaba que las alas crecerían, pero no sucedió nada más... La mariposa pasó
el resto de sus días arrastrándose por el suelo con aquel cuerpo hinchado.
Nunca pudo volar: el hombre, en su afán de ayudar, amable y precipitado, no
había comprendido que el tiempo y la fuerza que la mariposa tenía que hacer
para pasar por la pequeña abertura era el modo natural de forzar la salida de
fluidos desde el cuerpo a las alas para que éstas se desarrollaran y fueran
capaces de volar".
Tantas veces es la lucha lo que
necesitamos en nuestra vida.
Si Dios permitiera que
viviéramos sin obstáculos, o nos hiciera superarlos como por arte de magia,
no desarrollaríamos nuestras potencias y facultades como debemos: jamás
podríamos volar.