viernes, 3 de febrero de 2017

Santo Tomás de Aquino



Un día, Santo Tomás de Aquino entró a una capilla a orar delante de un Cristo. Tomás se arrodilló. En esa misma capilla había otro religioso, había otro fraile, pero Tomás que no iba buscando ningún ser humano sino sólo la presencia de su Salvador, ni se dio cuenta de que allí estaba otro fraile. Tomás, que era alto, corpulento, entró pausadamente a la capilla y se arrodilló para entregarle a Jesús el fruto de todo su trabajo. Y he aquí un milagro: esa imagen de Jesucristo le habló a Santo Tomás, y hay constancia porque había otra persona en esa capilla. El Cristo le habló, con voz que se podía oír, le habló a Tomás y le dijo: "(en latín)", "has escrito bien de mí, Tomás". Imagínate que Jesús le dijera eso a uno: "Has hablado bien de mí". ¡Dime si ese no es el descanso, la alegría, la fiesta más grande del alma, que Jesús le apruebe a uno la vida! "Has escrito bien de mí, Tomás", le dice. Le habla como un amigo a su amigo: "Has escrito bien de mí".  "¿Para ti qué quieres?" "¿Qué quieres para ti?" -le habló el Cristo-. Tomás, con los ojos bañados en lágrimas, responde: "yo no quiero nada, Señor, te quiero a Ti".