miércoles, 24 de abril de 2013

Cuando me quejo...



Hoy, viajando en autobús, vi a una hermosa muchacha
con cabellos de oro y expresión de alegría;
envidié su hermosura.
Al bajarse la vi cojear...,
tenía una sola pierna,
y apoyada en su muleta sonreía.

Perdóname, Señor, cuando me quejo.
¡Tengo dos piernas y el mundo es mío!


Fui después a comprar unos dulces.
Me atendió un muchacho encantador.
Hablé con él; parecía tan contento
que aunque se me hubiera hecho tarde
no me habría importado.
Ya al salir, oí que me decía:
"Gracias por charlar conmigo .... es usted tan amable.
Es un placer hablar con gente como usted..., ya ve, soy ciego".

Perdóname Señor, cuando me quejo.
¡Yo puedo ver, y el mundo es mío!


Más tarde, caminando por la calle,
vi a un pequeño de ojos azules,
que miraba jugar a otros niños,
sin saber qué hacer.
Me acerqué y le dije: "¿Por qué no juegas con ellos?"
Siguió mirando hacia adelante sin decir una palabra;
entonces comprendí que no me oía.

Perdóname, Señor, cuando me quejo.
¡Yo puedo oír, y el mundo es mío!


Tengo dos piernas para ir a donde quiero ...
Ojos para ver los colores del atardecer ...
Oídos para escuchar las cosas que me dicen ...
Perdóname, Señor, cuando me quejo,
¡Lo tengo todo y el mundo es mío!