sábado, 28 de abril de 2012

No se puede hacer trampas


En el juego, en los negocios, en las relaciones humanas hay cabida para las trampas. En la búsqueda de Dios, sin embargo, no se pueden hacer trampas. Él no se fija en nuestros actos, sino en nuestras intenciones. No mira los resultados, sino la motivación profunda; no pesa nuestras palabras, sino nuestro corazón.
En aquel pueblo existía la leyenda de que quien fallecía con el Nombre de Dios en la boca, alcanzaba al nombrarlo la divinidad después de su muerte. Esto hizo que cierto rico comerciante pusiera a sus cinco hijos cinco de los nombres de Dios. Estaba seguro de que así, cuando muriera, tendría cerca suyo a alguno de sus vástagos y, por lo tanto, le recordaría al menos uno de los nombres del Señor. Era una pequeña trampa piadosa que su ingenio, aguzado por una vida completamente dedicada a los negocios, le había sugerido. Pero el día en que se halló en el lecho de muerte, a punto de expirar, rodeado de sus hijos, sus últimas palabras fueron: -Si estáis los cinco aquí, ¡cómo habéis dejado el negocio sin que nadie lo atienda!
No alcanzó la divinidad.
Dios quiere que nos desnudemos como niños pequeños, porque será nuestra inocencia quien nos acercará a Él y no nuestros conocimientos, nuestras trampas o nuestros trucos. No son las buenas obras hechas por motivos egoístas, formalistas, o nuestra asistencia a actos religiosos por motivos sociales o las palabras de nuestra plegaria, sino nuestro amor por Él, nuestra intención profunda y nuestra devoción lo que nos unirá a Él.

El Salto



La precipitación no es nunca beneficiosa, al menos para uno mismo; sin embargo la perseverancia y la vigilancia permiten actuar en el momento idóneo, aprovechando al máximo las circunstancias.  
-Dos ranas se hallaban en un cubo lleno de leche
. Una de ellas era grande y fuerte, pero impaciente. La otra pequeña y decidida, pero perseverante. Ambas querían saltar y salir del cubo en que se hallaban prisioneras. Los esfuerzos de la mayor, el trabajo que se tomó por salir fue realmente impresionante. Desde el primer instante de su cautiverio, noche y día, se agitó intentando salir del cubo. No logró nada y murió extenuada. La ranita pequeña, sin embargo, consciente de su debilidad, perseveraba en mantenerse a flote sabiendo que solo permaneciendo en vida tendría alguna esperanza de salvación. Cuando decidió, no pudiendo aguantar más, que debía saltar, se dio cuenta de que entre el tiempo que había transcurrido y los histéricos movimientos de su amiga la leche se había convertido en sólida mantequilla. No tuvo más que impulsarse con sus patas traseras y saltar para salir del cubo y recobrar la libertad perdida.

Dios creó al hombre para la inmortalidad (Sab 2,23)


viernes, 27 de abril de 2012

Ángel de mi guarda


Ángel de mi guarda,
en este día que comienza ,
quiero pedirte,
ya que tu tienes
la misión encomendada por Dios,
de velar y de cuidar de mí
en esta vida,
que me acompañes,
y que precedas a lo largo de todo él
todos mis pasos
para evitar la caída.
Que no me falte nunca
y en ningún momento tu consejo,
para que sepa elegir siempre
lo bueno y lo más perfecto,
aquello que sea agradable a Dios,
según su Voluntad
 y para gloria de su Santo Nombre.
Hazte muy presente a mi lado,
en los momentos de prueba
y en las tentaciones.
Ayúdame a no fallarle al Señor
y a permanecerle fiel.

Santos anónimos


Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa.
 Los niños estaban haciendo castillos de arena
junto al agua cuando, a lo lejos,
 apareció una anciana, con sus canosos cabellos
al viento y sus vestidos sucios y harapientos,
que decía algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron
que no se acercaran a la anciana.
Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez
 para recoger cosas del suelo,
dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.
Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales
para que los niños no se hirieran los pies.

SANTOS ANONIMOS....

Desde lo hondo de mi alma


Dios, mío, Padre nuestro,
que conoces el fondo de mi corazón:
a Ti elevo mi oración.

Confío en Ti, Dios mío.
Sé que Tú eres quien cuida de mí,
quien me protege y me guía.

Te doy gracias, de todo corazón,
por llamarme a la vida,
y por cuidarme en cada momento.

Todo lo que soy y tengo
lo he recibido de tus manos.
Por eso, desde lo más hondo de mi alma
quiero decirte que te amo más que a mi vida.

Señor, que tu Espíritu guíe mis pasos
para que, en todo momento y lugar,
descubra cómo he de actuar y cumpla tu voluntad.
Sé Tú mi fuerza.
No permitas que nada ni nadie me separe de Ti.
Que en la debilidad te sienta cerca,
en la tristeza sienta tu consuelo
y que en la alegría te de gracias.

Padre bueno todopoderoso:
líbrame de todo mal,
dame tu paz mientras viva en este mundo.
Y, cuando se termine mi vida aquí,
concédeme el regalo de vivir para siempre junto a Ti.
Te lo pido a Ti, que me quieres sin medida
y que lo puedes todo.
Amén.

jueves, 12 de abril de 2012

Enfermedades litúrgicas

LA AFASIA LITÚRGICA: Es la primera de ellas. Es un súbito bloqueo que observamos de las personas que entran por la puerta del templo y que bloquea totalmente los órganos vocales durante los cantos y las respuestas al final de las oraciones e incluso a la hora de contestar “amén” al recibir la comunión. Es un mal que ataca más a los hombres que a las mujeres. Es totalmente virulento en la celebración de las bodas y bautizos, ya que suele paralizar totalmente los mecanismos de la fonación. Suele curarse en seguida, en el momento que se toma un café o una cerveza en el bar de la esquina más cercana a la iglesia.
LA DELANTERO-FOBIA: Es la segunda enfermedad que aprecio muchas veces en los feligreses. Se produce nada más entrar por la puerta del atrio, los síntomas no tardan en aparecer: temblores en las piernas y un miedo irremediable a ponerse en los primeros bancos de la iglesia. Otra acepción de esta enfermedad es “humildad litúrgica”, el que padece este mal suele tener un ataque apenas entra por la puerta. Es un mal muy útil para casos de incendio o evacuación precipitada del local. Sirve también para no sentirse aludidos con los reproches de Jesús en el evangelio a los fariseos soberbios acusados de ocupar los primeros bancos.
SÍNDROME HOMILÉTICO: Es un estado de semi-trance (no producido por el incienso, como algunos creían) que se resuelve, en algún caso, en cabezadas o hasta ronquidos. El paciente tiende a perder contacto con la realidad y a menudo padece una defectuosa percepción del paso del tiempo. Se manifiesta sólo cuando el sacerdote comienza a predicar la homilía. Los estudiosos del tema nos comunican, que incluso hay personas que en ese momento les da por comenzar a rezar el Rosario. En casos agudos se puede caer hasta en la total inconsciencia, que sólo desaparece cuando los demás, se ponen en pie tras la homilía y comienzan a rezar el credo.
Extraído de: Iglesia en Zaragoza. Núm. 1.621-8 de abril 2012