miércoles, 10 de junio de 2020

Oración al terminar la jornada


Oración-Solo Tú


Al fin, en la raíz, en lo hondo,
solo quedas Tú.
Solo tu Sueño me deja
abrir los ojos,
solo tu Mirada acaricia mi ser,
solo tu Amor me deja sereno,
solo en Ti mi debilidad descansa
y solo ante Ti la muerte se rinde.
Solo Tú, mi roca y mi descanso.
Javi Montes, sj

miércoles, 20 de mayo de 2020

La despedida


Pocas experiencias más duras que la despedida a la persona querida que la muerte nos arranca para siempre. Ya no podremos abrazarla, mirarla a los ojos, escuchar sus confidencias, hablar con ella como en otros tiempos. Su habitación ha quedado vacía. Ya no está. Nadie podrá llenar su ausencia.
En medio de la pena inmensa, comienzan a surgir las preguntas: “¿Por qué ha tenido que ser así?, ¿cómo puede Dios permitirlo?, ¿por qué nos ha dejado solos?, ¿por qué ahora que tanto la necesitábamos?” Así sienten esposos, amigos o cuantos pierden a un ser querido.
La muerte no ha logrado, sin embargo, arrancar a esa persona de nuestro corazón. La seguimos queriendo. Podemos recordarla, reavivar lo que hemos compartido y vivido juntos, lo que nos ha querido comunicar a lo largo de los años. Tal vez no la hemos comprendido del todo; sin duda, la podíamos haber querido más. No es el momento de culpabilizarnos. Ahora nos queda el amor con que esa persona nos ha acompañado durante su vida.
Tenemos mucho que agradecer. Esa persona, con todas sus limitaciones y deficiencias, ha sido un regalo. Hemos disfrutado de su presencia. Nuestra vida ha sido más dichosa gracias a su compañía y amistad. Su partida no podrá nunca destruir lo vivido. La muerte le ha separado de nosotros, pero la ha conducido hasta el misterio insondable de Dios. Allí nos espera.

martes, 21 de abril de 2020

Fe cristiana


La fe cristiana no garantiza que no nos desorientemos, ni que jamás experimentemos la soledad, ni que nunca lleguemos a perdernos en el laberinto de la existencia. De hecho a lo largo de nuestro peregrinar por este mundo acabamos con frecuencia perdidos y necesitados de orientación. ¿Quién no ha precisado en algún momento de su vida que le “echen un cable”, un hilo que le saque de las dificultades, le reoriente y le permita volver de nuevo a casa?
Como advierte Jesús a sus discípulos, “cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no tengáis pánico […] no se perderá ni un pelo de vuestra cabeza”. Jesús nos asegura su presencia fiel, hasta el extremo, hasta el más oscuro de los laberintos que es la muerte.
Jaime Tatay, SJ