La
triple respuesta de Pedro a la
pregunta de Jesús, «me amas», «me quieres»,
«me amas más que éstos», puede ser un magnífico resumen de su vida. El «Señor, Tú sabes todo; tú sabes que te amo»
es una síntesis de la
trayectoria de aquél pescador que se convirtió en roca de la nueva comunidad de creyentes; de aquel Simón que
pasó a ser Pedro, piedra. En el corazón y en
los ojos de Pedro había
un
sincero «Señor, tú sabes que te amo» desde que se sintió
llamado por Jesús, desde que fue escogido
como el primero de los doce; cuando le confesó el primero como el Mesías Hijo de Dios, cuando ante el abandono de otros
discípulos
dijo
a su Señor esas maravillosas palabras: «¿A dónde vamos a ir? Tú sólo tienes palabras de vida eterna», cuando se negaba a que su maestro le lavase los pies... Y, de la misma forma, el «Señor, Tú sabes que te quiero» también estaba presente en sus «horas bajas», cuando discutía por los primeros puestos, cuando quería impedir que Jesús fuese a la pasión, cuando se consideraba superior a sus compañeros al
alardear: «Aunque los otros te abandonen,
yo nunca te abandonaré». Y, probablemente esa
frase estaba aún agazapada en su ser cuando negaba a Jesús cobardemente y,
posiblemente, es lo que reflejarían sus ojos cuando Jesús le miró después,
mientras aún cantaba el
gallo...
Por eso, ante la triple y delicada pregunta de Jesús, «me amas más que éstos», Pedro se permite
corregir esa pregunta de su maestro; ya no se compara con los otros y sólo puede decir,
desde la sinceridad y autenticidad de su corazón ya humilde: «Señor, Tú sabes todo. Tú sabes que te
quiero».
viernes, 28 de junio de 2019
martes, 18 de junio de 2019
¿Tenía hermanos Jesús?
En la Biblia leemos que los
habitantes de Nazaret, hablando de Jesús, decían: «Este es el Hijo del Carpintero y su Madre es María, es hermano de
Santiago, José, Simón y Judas, y sus hermanas también viven aquí entre
nosotros.» (Mt. 13, 55-56) En otra parte de la Biblia leemos: «Un día Jesús estaba predicando y los que
estaban sentados alrededor de él le dijeron: «Tu madre y tus hermanos están
afuera y te buscan». (Mc. 3, 32) Los que no conocen bien la Biblia sacan de
estos textos la precipitada y errónea conclusión de que María tuvo más hijos y
que por tal razón no pudo haber quedado virgen, como creen los católicos.
1) «Hermanos y hermanas» en el
sentido bíblico.
Es verdad que en los evangelios
se habla de «los hermanos y hermanas de Jesús.» Pero eso no quiere decir que
sean hermanos de sangre de Jesús, o hijos e hijas de la Virgen María. Jesús, en
su tiempo, hablaba el idioma arameo (que es como un dialecto del hebreo) y en
las lenguas arameas y hebreas se usaba la misma palabra para expresar los
distintos grados de parentesco cercano, como «primo», hermano», «tío»,
«sobrino», «primo segundo»... Y para indicar estos grados de parentesco, simplemente,
usaban la palabra «hermano o hermana.» Por ejemplo: Abhraham llama «hermano» a
su sobrino Lot (Gén. 13, 8 y Gén 14, 14-16) Labán dice «hermano» a su sobrino
Jacob (Gén. 29, 15). Es decir, en la Biblia no se usan las palabras «tío» o «sobrino»,
sino que a los que descienden de un mismo abuelo se les llama hermanos. Ahora
bien, para evitar las confusiones, la Biblia usa varios modismos. Por ejemplo:
si se trataba de hermanos verdaderos, hijos de una misma madre, se usaba la
expresión: «Tu madre y los hijos de tu madre.» Esta era la única manera
correcta de expresarse. En Mateo 16, 17 se usa la expresión «Simón, hijo de
Jonás» para decir que el padre de Simón es Jonás. En ningún lugar del Evangelio
se habla de los hermanos de Jesús en sentido estricto, como «hijos de María».
Por tanto en la Biblia no aparece ningún hermano de Jesús según la carne. En el
Evangelio de Lucas leemos que Jesús subió a Jerusalén junto con María y José.
El niño Jesús tenía ya 12 años. Este relato no menciona ningún hermano de Jesús
en sentido estricto. Así el texto nos hace entender que Jesús es el hijo único
de María. (Lc. 2, 41-52). Al momento de morir, Jesús confió su madre María al
apóstol Juan, hijo de Zebedeo, precisamente porque María quedaba sola, sin hijos
propios y sin esposo. Para los judíos una mujer que se quedaba sola era signo
de maldición. Por eso Jesús confía María a Juan y también Juan a María. «Cuando Jesús vio a su madre, y de pie junto
a ella al discípulo a quien él quería mucho, Jesús dijo a su madre: «Madre, ahí
tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde
entonces ese discípulo la recibió en su casa» (Jn. 19, 26-27).
2) ¿Quiénes son «estos
hermanos de Jesús»?
La Biblia nombra a cuatro
«hermanos» de Jesús (Mat. 13, 55-56). En Mt. 13, 55-56 encontramos los nombres
de cuatro «hermanos» de Jesús: Santiago (o Jacobo), José, Simón y Judas. De
estos cuatro hermanos de Jesús arriba mencionados, dos eran apóstoles: Santiago
«el hermano del Señor» (Gál. 1, 19) es el apóstol Santiago «el Menor» (Mc. 15,
40), y Judas, «servidor de Jesucristo y hermano de Santiago». La madre del
apóstol Santiago el Menor se llama María y esta María, madre de Santiago y
José, estaba junto a la cruz de Jesús (Mc. 15, 40) y era «hermana de María la
Madre de Jesús» (Jn. 19, 25) y tía de Jesús. Es la que el Evangelista llama
María de Cleofás (Jn. 19, 25) Comparando los textos bíblicos entre sí, está
claro que ni Santiago ni los otros tres nombrados «hermanos de Jesús» eran
hijos de la Virgen María y José, sino primos hermanos de Jesús. Hagamos el árbol genealógico de las dos
familias:
«Padre» + madre = hijo (José +
María =Jesús)
Alfeo o Cleofás + María = hijos:
Santiago, José, Simón y Judas.
3) Jesús es el hijo
primogénito de María.
Otros dicen que la Biblia nombra
a Jesús como el «primogénito» o sea «el primer hijo de María» y eso es señal de
que María tuvo más hijos. El hecho de que Jesús sea «primer hijo» no significa
que la Virgen María tuviera más hijos después de Jesús; de ninguna manera
quiere decir eso el Evangelio. «Y dio a
luz a su primer hijo» (Lc. 2, 7) quiere decir que «antes de nacer Jesús, la Virgen no había tenido otro hijo». Y esto
era muy importante para los judíos, porque siendo Jesús el primogénito, o sea,
el primer hijo, quedaba consagrado completamente a Dios. (Ex. 13, 2). Y es que
la Ley del Señor mandaba que el primer hijo fuera consagrado u ofrecido
totalmente a Dios (Ex. 13, 12 y Ex. 34, 19). Por eso Jesús, por ser el
primogénito o primer hijo ya desde su nacimiento quedaba ofrecido y consagrado
totalmente al servicio de Dios. Esto, y no otra cosa, es lo que enseña el
Evangelio al decir que Jesús fue el «primer hijo» (Primogénito) de la Virgen
María. En ningún caso quiere decir el primero entre otros hermanos.
jueves, 13 de junio de 2019
martes, 11 de junio de 2019
Dios ¿prueba o no prueba?
La palabra de Dios en el AT dice, en Eclesiástico,
cap 2: “hijo si quieres seguir a Dios prepárate para la prueba”; pero el NT
dice en el libro de Santiago que “Dios no pone pruebas...“
Hay dos maneras o dos sentidos asociados con el verbo
"probar." Siguiendo una comparación del Papa Francisco, se puede
decir que una manera, que es negativa, es el probar como "empujar,"
algo así como: "miremos a ver si
aguanta" o también: "comprobemos
a ver si lo que este dice es cierto." La otra forma de probar es
"conocimiento." Por ejemplo, cuando un entrenador lleva a un atleta
al máximo de su esfuerzo para que conozca su límite, corrija errores, y mire
cómo puede mejorar. La Biblia nos da varios ejemplos de estos dos tipos de
prueba.
El ejemplo más claro de la prueba-empujón
está en el Libro de la Sabiduría 2,17-20. Los impíos y cínicos se sienten
fastidiados por la presencia del justo, que es fiel a Dios, y entonces hablan
de esta manera: "Veamos si sus
palabras son verdaderas y comprobemos lo que le pasará al final. Porque si el
justo es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus
enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple
y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que
Dios lo visitará."
El ejemplo más claro de prueba-conocimiento
está en el Libro del deuteronomio 8,2-3: "Y
te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el
desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de
saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te
humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus
padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de
pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor."
Cuando la Carta de Santiago dice que "Dios no prueba a nadie" se refiere claramente a la
prueba-empujón, porque el contexto es de poner tentaciones en el sentido de
trampas, de modo que nadie llegue a decir: "Es
que Dios me hizo pecar..." Cuando el Eclesiástico dice: "prepárate para la prueba" es
porque vendrán dificultades en ellas conoceremos quiénes somos y cómo es Dios
grande para ayudarnos.
En resumen, Dios, según ve que necesitamos, nos pone en el camino
de la prueba-conocimiento pero nunca en el de la prueba-empujón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)