lunes, 27 de mayo de 2019

Nada más que Tú


Se dice que al final de su vida, mientras estaba en oración, Santo Tomás de Aquino tuvo una visión milagrosa de Jesús en la Cruz, quien le dijo: “Tomás, has escrito bien de mi. ¿Qué recompensa quisieras?” a lo que el santo respondió: “Non nisi te, Domine” (“Nada más que tú, Señor”).

miércoles, 22 de mayo de 2019

La paz de Jesús


Nadie ha tenido jamás una paz semejante, que le permitió  soportar lo insoportable: que Sus discípulos no lo entendieran;  que en el Huerto se durmieran y lo dejaran solo cuando les  acababa de decir que se sentía triste a morir; que una turba se  presentara a aprehenderlo con piedras y palos como si fuera un  vulgar delincuente; que un querido amigo lo traicionara y  eligiera hacerlo con un beso; que aquel a quien nombró su  sucesor ignorara Sus enseñanzas y recurriera a la violencia  mochándole la oreja al siervo del sumo sacerdote, y más  adelante lo negara; que los Suyos huyeran y lo abandonaran;  que en el interrogatorio un guardia lo abofeteara; que los  principales de Su pueblo se prestaran a reunir testigos falsos  para poder condenarlo; que lo ultrajaran; que lo pusieran en  manos de Pilato y peor, de Herodes, que aprovechó para  burlarse de Él; que entre los que pedían a gritos Su crucifixión  hubiera muchos a los que les hizo milagros; sufrir el dolor  espantoso de una corona de espinas encajadas en toda la  cabeza; ser salvajemente flagelado y que le echaran un manto  sobre la carne viva; que le golpearan, le jalonearan la barba, le  lanzaran escupitajos; que le hicieran cargar el madero pesado y  rugoso sobre su piel abierta; que le clavaran las muñecas y los  pies, provocándole un verdadero paroxismo de dolor, que lo  elevaran sobre la cruz para que muriera desangrado y  asfixiado; que ni aun allí dejaran de lanzarse insultos y burlas  y que para Su sed le ofrecieran vinagre; contemplar el dolor de  Su madre y del discípulo amado; asumir la tiniebla del mundo  y sentir el abandono del Padre.    ¿Quién hubiera podido aguantar tantas atrocidades una  tras otra sin desesperarse, sin echar maldiciones o cuando  menos quejarse amargamente? Sólo Jesús. Él nunca perdió la paz. Y es esa paz Suya sólida,  inquebrantable, capaz de resistirlo todo, la que viene a  ofrecernos. Y todavía nos aclara que no es una paz como la  que da el mundo. Ya nos damos cuenta.