Dios Padre me ama
y su amor por mí no cambia aunque todo en torno a mí sea inestable.
Independientemente de si yo estoy triste, irritado, alegre o sereno Dios Padre
no cambia sus sentimientos por mí y siempre me quiere igual. La imagen que me ayuda a visualizarlo es la
de un ancla. El ancla, al ser arrojada al mar y tocar sus profundidades, le da
tranquilidad al barco y a su tripulación en medio del vaivén de las olas
del mar. Estas se mueven, van y vienen como los conflictos y como nuestros
sentimientos dentro de cada uno de nosotros. El mar en sus agitaciones mece al
barco, pero este está tranquilo con la confianza de sentirse sostenido en el
ancla.
Juan Pablo Gil, Sj
Juan Pablo Gil, Sj