En el
Evangelio de Marcos 4, 10-12 dice que Jesus hablaba en parábolas para que los
de afuera "por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan,
no sea que se conviertan y se les perdone". ¿No es
este pasaje como contradictorio a su propia voluntad de salvarnos a todos?
La frase proviene de un texto del
Antiguo Testamento, específicamente de Isaías 6:9-10. Debemos entonces ir a ese
pasaje para buscar luz. Todo el capítulo 6 de Isaías cuenta la
vocación de este profeta. Lo primero que le manda Dios es que vaya a decirle al
pueblo esas frases que nos suenan tan extrañas. Leamos Isaías 6,9ss:
"Y él me dijo:
«Anda y dile a este pueblo lo siguiente:
“Por más que escuchen, no entenderán;
por más que miren, no comprenderán.”
Entorpece la mente de este pueblo;
tápales los oídos y cúbreles los ojos
para que no puedan ver ni oír,
ni puedan entender,
para que no se vuelvan a mí
y yo no los sane.»
“Por más que escuchen, no entenderán;
por más que miren, no comprenderán.”
Entorpece la mente de este pueblo;
tápales los oídos y cúbreles los ojos
para que no puedan ver ni oír,
ni puedan entender,
para que no se vuelvan a mí
y yo no los sane.»
Yo le pregunté: «¿Cuánto tiempo durará
esto, Señor?»
Y él me contestó:
«Hasta que las ciudades queden
destruidas
y sin ningún habitante;
hasta que las casas queden sin gente,
y los campos desiertos,
y el Señor haga salir desterrada a la gente,
y el país quede completamente vacío.
Y si aún queda una décima parte del pueblo,
también será destruida,
como cuando se corta un roble o una encina
y sólo queda el tronco.»
(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)
y sin ningún habitante;
hasta que las casas queden sin gente,
y los campos desiertos,
y el Señor haga salir desterrada a la gente,
y el país quede completamente vacío.
Y si aún queda una décima parte del pueblo,
también será destruida,
como cuando se corta un roble o una encina
y sólo queda el tronco.»
(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)
El sentido general es que la acumulación
de los pecados del pueblo trae una consecuencia que podemos llamar lógica o
incluso inevitable. El oráculo del profeta se sitúa antes de la gran tragedia
del destierro pero cuando ya esa tragedia se ve venir. Nuestras acciones tienen
consecuencias y de modo ordinario Dios no nos evita esas consecuencias sino que
saca cosas buenas de esos males que a veces tenemos que sufrir por nuestra
propia responsabilidad. Pensemos en el caso de un fumador de toda la vida, que
descubre la maldad de su vicio y lo deja, pero sólo cuando ya se le ha
diagnosticado un enfisema pulmonar. Dios, de modo ordinario, no le evitará ese
enfisema pero sí puede darle un sentido de humildad y de conversión que llevará
a esa persona a afrontar su enfermedad o incluso su muerte de manera distinta a
como hubiera sido sin conocer a Dios. Lo mismo le sucede al pueblo: el castigo
del destierro ya está encima y no es hora de fortalecer las esperanzas falsas
que dan los profetas falsos, en el sentido de que Dios "curaría" la
situación del pueblo, ahorrándole el destierro. Con otras palabras: cuando Dios dice que
ya no es hora ni de escuchar ni de ver ni de convertirse, se refiere a esos
falsos profetas que todavía creían y predicaban que a última hora Dios les
evitaría el trago amargo del destierro. A Isaías, lo mismo que a Jeremías, les
toca decir a la gente que no sucederá así, es decir, que convertirse al Señor
no es algo que mágicamente les va a poner a salvo de la acumulación de
consecuencias de sus pecados. Por supuesto que una conversión de corazón
siempre es valiosa y siempre es querida por Dios, pero la conversión de la que
habla Isaías aquí es ese juego superficial de creer que siempre se puede
aplacar a Dios y seguir jugando con su misericordia sin cambiar en realidad la
manera como uno vive. Frente a esa conversión superficial, que era la predicada
por los falsos profetas de aquel tiempo, Isaías afirma que lo que se viene
encima es duro pero medicinal, y que no hay que pretender que uno puede
ahorrarse ese trago amargo. Las cosas sucederán no según el capricho humano
sino según el sabio y redentor plan de Dios, que hará pasar por un trecho de
dolor y oscuridad pero al final sacará luz de ese destierro y ese fracaso. ¿Y qué significa que Jesús use esa
expresión? Significa que Jesús, en la línea de la dura predicación de Juan
Bautista (y de Isaías, por supuesto), ve que la conversión no es asunto de
pequeñas reformas o de cambios externos. "Pequeñas reformas" era lo
que proponían los herodianos y los saduceos, tan respetuosos del "status
quo;" por su parte, los escribas y los fariseos insistían demasiado sólo
en los "cambios externos." En ese ambiente, Cristo sabe que la
palabra misma "conversión" puede ser interpretada de modo superficial
y vacuo. Al usar la expresión de Isaías, nuestro Señor está subrayando dos
cosas: la gravedad de las consecuencias del pecado, y el hecho de que no hay
escapatoria de tales consecuencias. Es decir, Jesús no quiere
"vender" una salvación barata, y sus parábolas, en este sentido,
destacan el carácter misterioso, pero a la vez posible, de la salvación que
pueda darse en circunstancias tan apuradas y tan serias. Alguien podría pensar que el recurso
literario que usa Cristo es muy complejo, o que se trata de una alusión muy
oscura a un profeta, Isaías, que había vivido tantos siglos antes. La objeción
vale para nosotros, que vivimos en un mundo y en una cultura tan distintos de
los oyentes de Cristo. Para ellos esas alusiones eran mucho más claras, como
seguramente lo eran tantas otras expresiones del Señor, como: Hijo del Hombre,
Reino de Dios, y muchas más.
-Fr. Nelson Medina, OP