miércoles, 10 de febrero de 2016

Oración



Con la oración sucede como con los alimentos: cuando se deja de comer se va perdiendo el hambre hasta morir de inanición; cuando se deja de orar se van perdiendo las ganas de rezar hasta morir espiritualmente. Es por ello que resulta importantísimo superar esa tentación. Pídele a Dios ayuda para orar y para luchar contra todo lo que te estorbe o dificulte la oración. Pídele que te ayude a encontrar tiempo; que te dé un corazón bien dispuesto; que te libre del desánimo, en fin, que te ayude a defender tus ratos de encuentro íntimo con Él. Y confía en que lo hará.
"Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante...
en Él confía mi corazón;
me socorrió, y mi corazón se alegra
y le canta agradecido."
(Sal 28, 6-7)

lunes, 8 de febrero de 2016

¿En verdad resucitó?



“Alguien me dijo que eso de que Cristo resucitó no hay que
tomarlo literalmente, pues es una forma de hablar para decir que vive en los corazones de quienes lo aman. ¿Es verdad?”
Si la Resurrección de Cristo hubiera consistido solamente en que Sus seguidores lo sintieran vivo en su corazón:
1.     ¿Por qué quienes escribieron sobre esto no lo dijeron tal cual? Marcos, Mateo, Lucas y Juan hubieran podido terminar sus respectivos Evangelios escribiendo algo así como: ‘y desde que Jesús quedó muerto en el sepulcro, sus seguidores pueden sentirlo vivo en su corazón’. ¿Por qué no lo hicieron?, ¿por qué en lugar de eso, escribieron que Jesús se les apareció a Sus apóstoles cuando estaban encerrados (ver Jn 20, 19), que les dijo que no era un fantasma (ver Lc 24, 39), que los invitó a tocarlo (ver Jn 20,27), que les pidió de comer y que comió frente a ellos (ver Lc 24, 41-43), si sabían que sus palabras serían tomadas al pie de la letra?
2.     ¿Por qué los apóstoles no creyeron a quienes aseguraron haber visto al Resucitado? (ver Mc 16, 9-13; Lc 24, 9-11). Si se hubieran estado refiriendo a que lo veían en su corazón, ¿por qué dudar? Si alguien te dice que siente que un ser muy querido ya fallecido, vive en su recuerdo, en su corazón, ¿cómo saber que no es cierto?
3.     ¿Por qué Pedro afirmó que a Jesús se refiere el Salmo que dice que no experimentó la corrupción? (ver Hch 2, 29-36). Si lo hubiera sabido muerto y descomponiéndose en un sepulcro, ¿por qué no reconocerlo?, y, sobre todo, ¿por qué nadie lo desmintió?
4.     ¿Por qué san Pablo dejó que los atenienses se rieran en su cara y se marcharan cuando les habló de la Resurrección? (ver Hch 17, 32). Si hubieran estado equivocados al tomar al pie de la letra la Resurrección, ¿por qué no se lo aclaró?
5.     ¿Por qué Pablo mencionó un limitado número de personas que vieron a Jesús Resucitado? (ver 1Cor 15,6). ¿No hubieran todos podido ‘sentirlo en el corazón’?
6.     ¿Por qué hay una clara diferencia entre los relatos evangélicos de antes y después de la Ascensión? Si sólo hubieran sentido a Jesús Resucitado en su interior, ¿por qué dar a entender que hubo un día en que ya no lo vieron como lo habían estado viendo? (ver Lc 24, 50-53; Hch 1,9).
7.     ¿Por qué los apóstoles y mártires de la primera comunidad cristiana, se dejaron matar gozosos por Jesús? Si hubieran pensado que les prometió resucitar y no cumplió, ¿hubieran entregado su vida por un mentiroso, creyendo que tampoco ellos resucitarían?
Quien piensa que la Resurrección consistió en que los apóstoles sintieron a Jesús vivo en su corazón, no puede contestar satisfactoriamente estas siete preguntas. Y es que sólo hay una respuesta: Que cientos de personas vieron físicamente a Jesús Resucitado, no sólo lo ‘sintieron en su corazón’.
La Iglesia Católica, fundada por el Señor para enseñarnos la verdad sin error, afirma acerca de la Resurrección: “Es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas” (CIC 639). La Resurrección no es un símbolo, invento o sentimiento, es una realidad en la que se basa nuestra fe y nuestra esperanza. Como dice san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe y los cristianos seríamos los más infelices de los seres humanos (ver 1Cor 15,14), pero no es así, porque Cristo sí resucitó, y por eso celebramos Su Resurrección, y podemos emplear la afirmación gozosísima que usan para saludarse en Pascua nuestros hermanos católicos del rito oriental: “¡Resucitó! ¡En verdad resucitó!’
Para saber más acerca de la Resurrección, lee el Catecismo de la Iglesia Católica # 638-658

jueves, 4 de febrero de 2016

¿Quería Jesús que le entendieran?



En el Evangelio de Marcos 4, 10-12 dice que Jesus hablaba en parábolas para que los de afuera "por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone". ¿No es este pasaje como contradictorio a su propia voluntad de salvarnos a todos?
La frase proviene de un texto del Antiguo Testamento, específicamente de Isaías 6:9-10. Debemos entonces ir a ese pasaje para buscar luz. Todo el capítulo 6 de Isaías cuenta la vocación de este profeta. Lo primero que le manda Dios es que vaya a decirle al pueblo esas frases que nos suenan tan extrañas. Leamos Isaías 6,9ss:
"Y él me dijo:
«Anda y dile a este pueblo lo siguiente:
“Por más que escuchen, no entenderán;
por más que miren, no comprenderán.”
Entorpece la mente de este pueblo;
tápales los oídos y cúbreles los ojos
para que no puedan ver ni oír,
ni puedan entender,
para que no se vuelvan a mí
y yo no los sane.»
Yo le pregunté: «¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?»
Y él me contestó:
«Hasta que las ciudades queden destruidas
y sin ningún habitante;
hasta que las casas queden sin gente,
y los campos desiertos,
y el Señor haga salir desterrada a la gente,
y el país quede completamente vacío.
Y si aún queda una décima parte del pueblo,
también será destruida,
como cuando se corta un roble o una encina
y sólo queda el tronco.»
(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)
El sentido general es que la acumulación de los pecados del pueblo trae una consecuencia que podemos llamar lógica o incluso inevitable. El oráculo del profeta se sitúa antes de la gran tragedia del destierro pero cuando ya esa tragedia se ve venir. Nuestras acciones tienen consecuencias y de modo ordinario Dios no nos evita esas consecuencias sino que saca cosas buenas de esos males que a veces tenemos que sufrir por nuestra propia responsabilidad. Pensemos en el caso de un fumador de toda la vida, que descubre la maldad de su vicio y lo deja, pero sólo cuando ya se le ha diagnosticado un enfisema pulmonar. Dios, de modo ordinario, no le evitará ese enfisema pero sí puede darle un sentido de humildad y de conversión que llevará a esa persona a afrontar su enfermedad o incluso su muerte de manera distinta a como hubiera sido sin conocer a Dios. Lo mismo le sucede al pueblo: el castigo del destierro ya está encima y no es hora de fortalecer las esperanzas falsas que dan los profetas falsos, en el sentido de que Dios "curaría" la situación del pueblo, ahorrándole el destierro. Con otras palabras: cuando Dios dice que ya no es hora ni de escuchar ni de ver ni de convertirse, se refiere a esos falsos profetas que todavía creían y predicaban que a última hora Dios les evitaría el trago amargo del destierro. A Isaías, lo mismo que a Jeremías, les toca decir a la gente que no sucederá así, es decir, que convertirse al Señor no es algo que mágicamente les va a poner a salvo de la acumulación de consecuencias de sus pecados. Por supuesto que una conversión de corazón siempre es valiosa y siempre es querida por Dios, pero la conversión de la que habla Isaías aquí es ese juego superficial de creer que siempre se puede aplacar a Dios y seguir jugando con su misericordia sin cambiar en realidad la manera como uno vive. Frente a esa conversión superficial, que era la predicada por los falsos profetas de aquel tiempo, Isaías afirma que lo que se viene encima es duro pero medicinal, y que no hay que pretender que uno puede ahorrarse ese trago amargo. Las cosas sucederán no según el capricho humano sino según el sabio y redentor plan de Dios, que hará pasar por un trecho de dolor y oscuridad pero al final sacará luz de ese destierro y ese fracaso. ¿Y qué significa que Jesús use esa expresión? Significa que Jesús, en la línea de la dura predicación de Juan Bautista (y de Isaías, por supuesto), ve que la conversión no es asunto de pequeñas reformas o de cambios externos. "Pequeñas reformas" era lo que proponían los herodianos y los saduceos, tan respetuosos del "status quo;" por su parte, los escribas y los fariseos insistían demasiado sólo en los "cambios externos." En ese ambiente, Cristo sabe que la palabra misma "conversión" puede ser interpretada de modo superficial y vacuo. Al usar la expresión de Isaías, nuestro Señor está subrayando dos cosas: la gravedad de las consecuencias del pecado, y el hecho de que no hay escapatoria de tales consecuencias. Es decir, Jesús no quiere "vender" una salvación barata, y sus parábolas, en este sentido, destacan el carácter misterioso, pero a la vez posible, de la salvación que pueda darse en circunstancias tan apuradas y tan serias. Alguien podría pensar que el recurso literario que usa Cristo es muy complejo, o que se trata de una alusión muy oscura a un profeta, Isaías, que había vivido tantos siglos antes. La objeción vale para nosotros, que vivimos en un mundo y en una cultura tan distintos de los oyentes de Cristo. Para ellos esas alusiones eran mucho más claras, como seguramente lo eran tantas otras expresiones del Señor, como: Hijo del Hombre, Reino de Dios, y muchas más.
 -Fr. Nelson Medina, OP