1.
Reza todos los días por aquellos que te han precedido en el camino de la vida.
Lo que eres y, tal vez lo que tienes, se lo debes a ellos. ¿Rezas por los que
te aguardan al final de tu camino?
2.
Saborea, siempre que puedas, la paz o la calma de un camposanto. Te ayudará a
relativizar el excesivo aprecio por lo superficial y, sobre todo, te educará a
vivir apuntando a lo necesario. ¿Vives con sentido de trascendencia?
3.
Trata a tus difuntos con respeto. Si incineras, guarda sus cenizas en el lugar
que les corresponde: el camposanto. ¿Por qué elevamos monumentos a las mascotas
y, en cambio, lanzamos sin escrúpulo alguno, en el mar o en el monte los restos
de nuestros seres queridos? ¿Tal vez porque en el fondo nos estorban? ¿Tal vez
porque no queremos obligaciones de llevar flores, derramar lágrimas o rezar
oraciones?
4.
No olvides que, la Misa, es sufragio –por la Pasión, Muerte y Resurrección de
Cristo- por los fieles difuntos. Una misa, además de valor infinito, es ofrenda
y es comunión, es súplica por aquellos que necesitan un último empujón para el
encuentro con el Padre. ¿Encargas el "regalo" de una misa, de vez en
cuando, a tus difuntos?
5.
Guarda las formas debidas cuando, la muerte de un ser querido, llame a tu
puerta. NI lo de antes (todo de negro) ni lo de ahora... todos bailando al día
siguiente del funeral. En el término medio la virtud y, la muerte, es muerte
aunque queramos adornarla de blanco.
6.
En el cumpleaños o en el día del fallecimiento de un familiar, la mejor forma
de felicitarle es nuestra presencia en la comunidad cristiana. ¿Por qué tan
poca pereza para cualquier evento y tanto freno para recordar, rezar y honrar a
nuestros difuntos con una misa?
7.
El camposanto, entre otras cosas, es ciudad de los que duermen con la esperanza
de resucitar. La cruz, una imagen de María o de los Santos nos sugieren que,
detrás de una losa, hay unos labios que profesaron la fe en Cristo hasta el
último día. No dejemos que la secularización lo invada todo. ¿Cuidas los signos
visibles de tu ser cristiano?
8.
Guarda de los que te han precedido aquello que te legaron como grandes
lecciones sobre la vida, la fe, la Iglesia, la sociedad o la familia. Olvida,
por el contrario, todo aquello que te pareció poca virtud en ellos. Dios, como
Padre, sabrá lo qué es trigo o lo cizaña en su camino. ¿Guardas grata memoria
de los tuyos?
9.
Da gracias a Dios por tus difuntos. Reflexiona si has estado a la altura
mientras estuvieron vivos junto a ti. ¿No crees que resulta fácil llorar por
unas horas, acercar flores al que ya no las necesita o guardar las apariencias
por tres días?
10.
Recuerda la fe de tus padres. Profésala. Consérvala. No dejes que la guadaña
del relativismo te robe o te corte aquellos valores que te hacen invencible,
fuerte, eterno. No permitas que, los agoreros del "Dios no existe"
logre convencerte de lo que, en realidad, es pasajero: el mundo y sus
escaparates risueños pero caducos.
Javier
Leoz Ventura