martes, 26 de marzo de 2013

Astutos como serpientes...



Cuenta una antigua leyenda que, en la Edad Media, un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente en el reino y, por eso, desde el primer momento se procuró un "chivo expiatorio", para encubrir al culpable. El hombre fue llevado a juicio ya sabiendo que tendría escasas o nulas posibilidades de escapar a la horca. El juez, también implicado en la infamia, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo. Siguiendo una práctica de entonces, dijo al acusado: -"Conociendo tu fama de hombre justo y devoto de Dios, vamos a dejar en manos de Él tu destino: vamos a escribir en dos papeles separados las palabras "culpable" e "inocente". Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino". Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: "CULPABLE". La pobre víctima se daba cuenta de que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y, cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente.: -"Pero ¿qué has hecho? ¿Y ahora cómo vamos a saber el veredicto?" - "Es muy sencillo, -respondió el hombre- es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué." Y no les quedó más remedio que liberar al acusado.
Ya lo dijo Jesús: "astutos como serpientes, mansos como palomas"

El alacrán



Un maestro oriental, que vió cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizó, el alacrán lo picó. Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: "Perdone, ¡Pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?" El maestro respondió: "La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar". Entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.
NO CAMBIES TU NATURALEZA SI ALGUIEN TE HACE DAÑO;
SOLO TOMA PRECAUCIONES.

Creo en Dios



CREO EN DIOS, 
NO PORQUE LE VEA,
SI NO PORQUE LE SIENTO
 
Me pasa lo que al ciego.
El ciego cree en el Sol,
no porque lo vea, 
si no porque lo siente…

 Me pasa lo que a la madre, que espera  un hijo.
Cree en él, no porque le que vea , 
si no porque le siente.
 Me pasa lo que al sordo.
Cree en la música, no porque la oiga, 
si no porque la siente en los que bailan.
 Me pasa lo que al hombre aterido de frío.
Cree en el frío, no porque lo vea, sino porque lo siente.
Me pasa lo que al hambriento.
Cree en el hambre, no porque la vea, 
si no porque la siente.
 Me pasa lo que al corazón de una madre.
Cree en el amor, no porque lo vea, 
si no porque lo siente …
 Me pasa lo mismo con Dios.
Creo en Dios, no porque le vea, 
si no porque le siento…
 Pero para sentirle, 
debo buscar el silencio y la quietud interior.
 Necesito la fuerza de Dios, su gracia, 
su bendición y presencia, para que pueda sentirle.
 Sentir a Dios en un don gratuito, inmerecido siempre, 
es puro regado de Dios.
 Sentir a Dios es gozar de su presencia, de  su amor, 
de su intimidad,
 …ES ESTAR EN EL CIELO.
 Porque donde Dios está, allí está el  cielo.

sábado, 16 de marzo de 2013

miércoles, 13 de marzo de 2013

Oración por el Papa Francisco



Oh Jesús, 
Rey y Señor de la Iglesia:
renuevo en tu presencia
mi adhesión incondicional
a tu Vicario en la Tierra, 
el Papa Francisco.
En él Tú has querido mostrarnos
el camino seguro y cierto
que debemos seguir
en medio de la desorientación,
la inquietud y el desasosiego. 
Creo firmemente
que por medio de él
Tú nos gobiernas, enseñas y santificas,
y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia:
una, santa, católica y apostólica. 
Concédeme la gracia de amar, vivir
y propagar como hijo fiel sus enseñanzas.
Cuida su vida, ilumina su inteligencia,
fortalece su espíritu,
defiéndelo de las calumnias y de la maldad.
Aplaca los vientos erosivos 
de la infidelidad y la desobediencia,
y concédenos que, en torno a él,
tu Iglesia se conserve unida, 
firme en el creer y en el obrar,
y sea así el instrumento de tu redención.
Amén.