
viernes, 30 de diciembre de 2016
Camino a Emaús (Lucas 24, 13-35)

jueves, 15 de septiembre de 2016
La mano

Se acercaba el día de Acción de Gracias y la maestra pidió a sus
alumnos de primer grado que dibujaran algo por lo que estuvieran muy
agradecidos. Pensó que esos niños, en su mayoría muy pobres, no tendrían muchas
cosas que agradecer: Sabía que la mayoría de ellos pintarían pavos horneados,
tortas, helados, tal vez la playa…
La maestra se quedó helada con el dibujo que le entregó Martín: una
simple mano dibujada con dificultad, sin gracia.
¿Qué querría expresar con esa mano? ¿De quién sería esa mano? La clase
quedó cautivada con el dibujo de Martín. .
– Maestra, esa es la mano de Dios que nos da la comida -dijo un alumno.
– Yo creo que es la mano del señor que vende los gallitos en el portón de la escuela -aventuró una niña.
– Yo creo que es la mano del señor que vende los gallitos en el portón de la escuela -aventuró una niña.
– Es la mano del panadero que hace el pan y las tortas -expresó otra.
– Es la mano del médico que curó a Martín cuando estuvo hospitalizado -gritó con entusiasmo un niño. Martín permanecía en silencio negando con su cabeza. La maestra se acercó a él, se inclinó cariñosamente sobre su pupitre y le preguntó de quién era esa mano.
– Es la mano del médico que curó a Martín cuando estuvo hospitalizado -gritó con entusiasmo un niño. Martín permanecía en silencio negando con su cabeza. La maestra se acercó a él, se inclinó cariñosamente sobre su pupitre y le preguntó de quién era esa mano.
– Es su mano, señorita -dijo ruborizado Martín. Entonces recordó la
maestra que muchas veces, a la hora del recreo, había llevado a Martín, un niño
muy débil y desamparado, de la mano. Y comprendió que ese gesto tan simple para
ella era la experiencia más placentera en la vida de Martín.
Ser educador (padre, catequista, sacerdote, profesor…) es tener la mano
siempre abierta, dispuesta a ayudar al que lo necesite. Frente a una cultura
que separa, excluye, rechaza o convierte la mano en puño que golpea, abramos
manos y corazones, enseñemos con la palabra y el ejemplo, el valor de la
aceptación que crea alegría y esperanza.
Convirtámonos todos hoy en esa mano que acompaña, que apoya y que
sostiene… Y así expresaremos el amor que hay en nuestro corazón y haremos este
mundo más habitable.
La blasfemia en boca de los niños

lunes, 12 de septiembre de 2016
LAS PIEDRAS

-Quisiera hacerles un
pequeño examen…
De debajo de la mesa sacó un
jarro de vidrio, de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de
rocas del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro.
Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras
preguntó al auditorio:
-¿Está lleno este jarro?
Todos los asistentes dijeron
SI.
Entonces dijo:
-¿Están seguros? -y sacó de
debajo de la mesa un balde de piedrecillas pequeñas. Echó unas cuantas piedras
en el jarro y lo movió haciendo que las piedrecitas pequeñas se acomodaran en
el espacio vacío que quedaba las grandes. Cuando hubo hecho esto
preguntó una vez más…-
– Y ahora, ¿Está lleno este
jarro?
Esta vez el auditorio ya
suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta “probablemente
no”.
– Muy bien -contestó el
expositor-
Sacó de debajo de la mesa un
balde lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el
espacio entre las piedras grandes y las pequeñas. Otra vez preguntó al grupo:
-¿Está lleno el jarro?
Esta vez varias personas
respondieron a coro: ¡NO! Una vez más el expositor dijo:
-¡Muy bien! -y entonces sacó
una jarra llena de agua y la echó en al jarro hasta llenarlo. Cuando terminó, miro al
auditorio y preguntó:
-¿Cuál creen que es la
enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los espectadores
levantó la mano y dijo:
-La enseñanza es que no
importa cuán lleno está tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás
incluir más cosas…
-No, -replicó el expositor-
esa no es la enseñanza. La realidad que esta demostración nos enseña es que si
no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro
momento. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida… tu familia, tu Fe, tu
educación? ¿Tus finanzas? ¿Alguna causa que desees apoyar? ¿Enseñar lo que
sabes a otros? Recuerda poner esas piedras grandes primero o no encontrarás un
lugar para ellas. Tómate el tiempo para clarificar cuales son tus prioridades y
revisa como usas tu tiempo para que no se te quede ninguna afuera, o lo que es
peor, que te veas obligado a sacar una piedra grande para poder meter arena.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)