San Jerónimo vivió junto a la gruta de la
Natividad. Cuenta la tradición que una noche de Navidad, San Jerónimo se quedó
rezando en soledad. El Niño Jesús apareció súbitamente y le preguntó: “Jerónimo ¿Qué me vas a regalar en mi
cumpleaños?“. Sorprendido le contestó: “Señor,
te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te
parezca”. A lo que el Niño Jesús respondió: “¿Y ya no me regalas nada más?“. Desconcertado, el anciano San
Jerónimo le dijo: “Oh mi amado Salvador
por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres, por Ti he dedicado mi tiempo a
estudiar las Sagradas Escrituras… ¿Qué más te puedo regalar? Si quisieras, te
daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme
todo por Ti”. Jesús le respondió: “Jerónimo:
regálame tus pecados para perdonártelos“. San Jerónimo comenzó a llorar de
emoción: “¡Loco tienes que estar de amor,
cuando me pides esto!”.