lunes, 23 de marzo de 2020

A Dios rogando


Dice que Nuestro Señor volvió a su tierra con sus apóstoles. Quería ver como andaba el mundo. Se encontraron con un hombre al que se le había empantanado el carro en medio de un lodazal. Estaba enfadado y no paraba de blasfemar. Entonces San Pedro mira al Señor y le dice: “Señor, ¡castígalo!”, “Ni hablar” le responde el Señor. “¡Vamos a ayudarle!”. “Pero Jesús, ¿no escuchas todo lo que dice?”. “Hay que ayudarle” sentenció el Señor. Tal y como lo ordenó el Señor lo hicieron. Siguen andando y ven a otro hombre con la rueda de su carro rota y sin poder seguir adelante. Este estaba encima del carro, de rodillas, y rezaba con mucha humildad: “Señor Dios, Tú que eres bueno, ayúdame, mándame a tus santos apóstoles y a los ángeles a que me ayuden y me saquen el carro de aquí.” San Pedro pregunto al Señor: ”¿Vamos a ayudarle?”, “No” dijo el Señor. “¿Cómo?” dice Pedro. “Ni hablar, no hay que ayudarle”. Y siguieron adelante. Cuando estaban ya a cierta distancia de aquel hombre San Pedro dice a Jesús: “Discúlpame Señor, pero no entiendo nada. Al primer hombre, que estaba venga a blasfemar, tratando de sacar su carro, si nos mandaste que le ayudáramos, y a este otro que puso toda su confianza en nosotros y nos rezaba y nos alababa, a él nos dices que no le ayudemos”. “Justamente” -dijo el Señor- el otro hacía todo lo que él podía y por eso merecía ser ayudado. Este otro, en cambio, no se esforzaba, no hacía nada por arreglar su carro, era un cómodo, quería que nosotros le solucionáramos todo.”
A Dios rogando… y con el mazo dando.
Vivir como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que todo depende de Dios. 

No estás solo