domingo, 1 de noviembre de 2015

La cucharilla



Una anciana, en su lecho de hospital, hablaba con el párroco que había ido a visitarla: “El Señor me ha dado una vida bellísima. Estoy preparada para partir”. “Lo sé”, murmuró el sacerdote. Pero, a renglón seguido, la abuelita añadió: “Hay una cosa que deseo vivamente: Cuando me entierren, quiero que me pongan una cucharilla en la mano”. El buen párroco reaccionó sorprendido: “¿Una cucharilla? ¿Para qué quiere que la entierren con una cucharilla en la mano?”. “Pues porque me encantan los postres. Cuando me siento a la mesa siempre miro a ver si hay cucharilla junto al plato”. ¿Sabe qué quiere decir? Que al final va a haber pastel o helado”. “Y eso, ¿qué tiene que ver con este momento?”, le replicó el sacerdote no saliendo de su desconcierto. “¡La cucharilla significa que lo mejor llegaba al final! Es precisamente esto lo que quiero decir en mi funeral. Cuando pasen junto a mi ataúd se preguntarán: «¿A qué viene la cucharilla?». Quiero que usted les responda que tengo la cucharilla porque está llegando lo mejor…”.

Nacer a la vida eterna



Tan importante es festejar el cumpleaños de un ser querido recordando cuando nació, -alegres de poder compartir su vida-, como festejar cuando uno de ellos nace a la vida eterna y conoce cara a cara a Dios, -aunque nos entristezca tener que separarnos momentáneamente de él, pero con la certeza de que llegó a su destino.-
Ojalá recordáramos cada día aquello que un padre le dijo a su hijo al nacer: “Hijo hoy tú lloras mientras todos sonríen, ojalá vivas de tal forma que cuando mueras todos lloren y tú sonrías”

En el vientre de una mujer embarazada se encontraban dos bebés. Uno pregunta al otro:
– ¿Tú crees en la vida después del parto?
– Claro que sí. Algo debe existir después del parto. Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más tarde.
– ¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo sería esa vida?
– No lo sé pero seguramente… habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la boca.
– ¡Eso es absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto está excluida. El cordón umbilical es demasiado corto.
– Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea sólo un poco distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí.
– Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después del parto. El parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a nada.
– Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del parto, pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará.
– ¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que está ella?
– ¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a través de ella es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría.
– ¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por lo tanto, es lógico que no exista.
– Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio, tú puedes oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo. ¿Sabes?… Yo pienso que hay una vida real que nos espera y que ahora solamente estamos preparándonos para ella…

Descansen en paz



Padre: 
hoy venimos a Ti 
con una pena,
con un dolor de ausencia.
En nuestras familias 
nos faltan seres queridos.
El tiempo no ha acabado de curar estas heridas,
ni podrá nunca llenar 
el hueco que se hizo en nuestras casas.
Sólo Tú los querías, más aún que nosotros.
Y aún así, Tú sabes por qué misteriosas razones
consentiste que se nos fueran como un pedazo del alma.
Bendito seas, Señor,
Hágase tu voluntad, por difícil,
y oscura que sea.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Te pedimos que los hayas recibido ya
en las anchuras y en la felicidad de tu casa.
Prémiales bien todo lo que trabajaron
y se desvivieron por nosotros.
Lo mucho que nos quisieron…
Recíbeles también en esa casa tuya, donde todos caben,
a nuestros parientes, los que llevan nuestros apellidos,
a nuestros amigos y a todos tus hijos.
Dales la paz y el descanso que no acaba.
Danos a nosotros 
la paz que nace de la fe y la esperanza.
Y danos tu mano para no perdernos
en el camino que lleva hacia un nuevo encuentro
contigo y con todos los que han muerto.
Amén.