La
oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos
orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del
Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los
Olivos, en la Cruz, etc. Aquí se nos narra la elección de los Doce apóstoles.
Eran los hombres con los que iba a comenzar la Iglesia y debían ser aptos para
llevarla a buen término con paso firme. Por tanto, era una decisión importante,
que no podía hacerse con prisas y a la ligera. Necesitaba dedicar una noche
entera para consultarla con su Padre. De la misma manera, todas nuestras
grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración.
Por ejemplo, al elegir una carrera, al optar por la vida matrimonial o seguir
una vocación religiosa, etc. También debemos rezar cuando llegan situaciones
difíciles en el trabajo o en la familia, ya que Dios nos puede ayudar a
encontrar la solución más adecuada.¿Y cómo sabemos si la respuesta viene
realmente de Dios? Cuando Dios "ilumina" un alma por la acción del
Espíritu Santo le envía algunas señales, por ejemplo, una profunda paz
interior, alegría, amor, etc. Es lo que llamamos "frutos del
Espíritu". Y por si hubiera dudas, nos damos cuenta de que esa solución
está completamente de acuerdo con lo revelado en las Sagradas Escrituras.
También es provechoso contar con la ayuda de un buen sacerdote que nos pueda
orientar a encontrar la voluntad de Dios para nosotros, ya que ellos reciben
unas gracias especiales para ejercer su ministerio.