domingo, 9 de febrero de 2014

La grandeza y la sencillez de Dios



"En casa, nada de piedad expansiva y solemne; sólo cada día el rezo del rosario en común, pero es algo que recuerdo claramente y que lo recordaré mientras viva... Yo iba aprendiendo que hace falta hablar con Dios despacio, seria y delicadamente. Es curioso cómo me acuerdo de la postura de mi padre. Él, que por sus trabajos en el campo o por el acarreo de madera siempre estaba cansado, que no se avergonzaba de manifestarlo al volver a casa; después de cenar se arrodillaba, los codos sobre la silla, la frente entre sus manos, sin mirar a sus hijos, sin un movimiento, sin impacientarse. Y yo pensaba: Mi padre, que es tan valiente, que es insensible ante la mala suerte y no se inmuta ante el alcalde, los ricos y los malos, ahora se hace un niño pequeño ante Dios. ¡Cómo cambia para hablar con Dios! Debe ser muy grande Dios para que mi padre se arrodille ante él y también muy bueno para que se ponga a hablarle sin mudarse de ropa.
En cambio, a mi madre nunca la vi de rodillas. Demasiado cansada, se sentaba en medio, el más pequeño en sus brazos, su vestido negro hasta los tacones, sus hermosos cabellos caídos sobre el cuello, y todos nosotros a su alrededor, muy cerquita de ella. Musitaba las oraciones de punta a cabo, sin perder una sílaba, todo en voz baja. Lo más curioso es que no paraba de mirarnos, uno tras otro, una mirada para uno, más larga para los pequeños. Nos miraba, pero no decía nada. Nunca, aunque los pequeños enredasen o hablasen en voz baja, aunque la tormenta cayese sobre la casa, aunque el gato volcase algún puchero. Y yo pensaba: Debe ser sencillo Dios cuando se le puede hablar teniendo un niño en brazos y en delantal. Y debe ser una persona muy importante para que mi madre no haga caso ni del gato ni de la tormenta.
Las manos de mi padre, los labios de mi madre, me enseñaron de Dios más que mi catecismo" 

(Hans Urs Von Balthasar "Por qué me hice sacerdote?, Salamanca 1992, 32-33)

Dios está bordando



Cuando era pequeño, mi madre cosía mucho. Me sentaba en el suelo y jugaba cerca de ella, siempre le preguntaba que es lo que estaba haciendo. Me respondía que estaba bordando. Todos los días eran la misma pregunta y la misma repuesta. Observaba su trabajo desde una posición por debajo de donde ella se encontraba sentada, y repetía:
- Mamá, ¿qué estás haciendo?
Le decía que, desde donde yo la miraba, lo que ella hacía me parecía muy extraño y confuso. Era un amontonado de nudos e hilos de colores diferentes, largos, cortos, unos gruesos y otros finos. Y yo no entendía nada. Ella sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me explicaba:
- Hijo, sal un poco a jugar y cuando termine mi trabajo, te llamo, te siento en mi regazo y dejaré que lo mires desde mi posición, ¿está bien?
Pero, con toda aquella curiosidad infantil, yo continuaba preguntándome desde abajo:
“¿Por qué usa algunos hilos de colores oscuros y otros claros? ¿Por qué me parecían tan desordenados y liados? ¿Por qué estaban llenos de nudos? ¿Por qué no tenían todavía una forma definida?¿Por qué tardaba tanto para hacer aquello?”
Más tarde, cuando estaba jugando en el patio, ella me llamó:
- Hijo, ven aquí siéntate en mi regazo; quiero mostrarte una cosa.
Claro que fui corriendo, loco para ver su “obra” acabada. ¡Me senté en su regazo y me sorprendí al ver el bordado, no lo podía creer! ¡Desde abajo parecía tan confuso y ahora viéndolo desde arriba pude ver un paisaje maravilloso! ¿Cómo podía ser? Entonces, mi madre me dijo:
- Hijo, viéndolo desde abajo, te parecía confuso y desordenado porque no veías, que en la parte de encima había un bello dibujo. Pero, ahora, mirando el bordado desde mi `posición, puedes saber lo que yo estaba haciendo…
Muchas veces, a lo largo de los años, he mirado hacia el cielo y he dicho:
- ¿Padre, que estás haciendo?
El parece responder:
-Estoy bordando tu vida, hijo. Y yo continuo preguntando:
- Pero está todo tan confuso, todo en desorden… Hay muchos nudos, cosas malas que no terminan y cosas buenas que pasan tan rápido. Los hilos son tan oscuros… ¿Por qué no son más brillantes?
Y Dios parece que me dice:
- Hijo mío, ocúpate con tu trabajo, relájate, confía en mí, y yo haré bien mi trabajo. Un día, te colocaré en mi regazo y entonces, verás el plano de tu vida en mi posición.

Muchas veces no entendemos lo que está pasando en nuestras vidas. Las cosas son confusas, no se encajan y parece que nada da cierto. Es que estamos viendo el reverso de la vida. Del otro lado,… ¡Dios está bordando…!