No recordamos a superhéroes
sin pecados, sino a personas que, con sus luces y sombras, se dejaron transformar por la Gracia. La clave: dejaron a Dios ser Dios en sus vidas. Sus
corazones llegaron a latir al unísono con el del Señor.
Ser
santo no es ser perfecto como a veces pienso. Ser santo es ser lo que Dios quiere que sea y amarle a Él y a los demás como Él me ama a mí y a ellos.