viernes, 30 de diciembre de 2016

Camino a Emaús (Lucas 24, 13-35)



¡Cuantas veces en tu vida has seguido un camino sin pensar que Dios va a tu lado sin que te des cuenta!  A veces tu corazón te lo dice, pero tu falta de fe no te permite disfrutar de su compañía. Esta historia escrita por Lucas en su Evangelio, es una invitación a la reflexión. ¿Cómo esta nuestra fe? ¿Escuchamos la voz de Dios cuando nos invita a conversar con Él? Era el tercer día después de la muerte de Jesucristo. La Biblia dice que dos discípulos de Jesús iban de camino a Emaús, un lugar situado a 12 kms de Jerusalén. Se cita como uno de esos discípulos a un hombre llamado Cleofás. El otro acompañante probablemente era su esposa María, una de las mujeres que habían acompañado a Jesús durante su crucifixión y que presumiblemente era prima de María, la madre de Jesucristo. La biblia dice: “e iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido”. Su estado de desanimo en su conversación se debía a los sucesos acontecidos unos días antes en la ciudad de Jerusalén. Caminaban hacia Emaús en total desencanto y probablemente pensaban abandonar la causa que tres años antes habían empezado con muchas ilusiones y por la cual habían dejado todo. Ya no tenían un ideal que seguir con la muerte del que habían considerado su maestro y a quien habían visto morir en una cruz. Desilusionados regresaban, muy probablemente, a su lugar de origen. Un poco después en el camino, cita la Biblia, se acercó a ellos un hombre, pero la Biblia dice: “más los ojos de ellos estaban velados para que no lo reconocieran”. Jesús se interesó en su conversación. Les preguntó que hablaban y porque estaban tristes; ellos le contestaron: “¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no ha sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?”  Jesús pregunto: “¿qué?” Y ellos le dijeron: “lo de Jesús Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo. Y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. Posiblemente este pasaje planteé  lo que alguna vez has sentido en tu corazón. Piensas que Jesús te ha decepcionado, que no te ha escuchado y piensas que estas solo en la vida, sin importar que Jesús vaya a tu lado velando por ti. Hoy puedes tener un momento de reflexión. Los discípulos habían perdido la fe en quien consideraron su maestro y tú has perdido la fe porque consideras que te ha abandonado. Dios no te abandona nunca, es posible, en todo caso pensar ¿yo he abandonado a Dios? ¿He dejado de confiar en Él? El señor Jesús conoce cada uno de tus pensamientos y cada uno de tus pasos. Mantén firme tu esperanza en Él porque es fiel en todo momento. Aquellos discípulos, muy a pesar de pensar en abandonar la causa porque pensaban que su maestro está muerto, abrigan aún una esperanza de que no fuera cierto. Los discípulos decían: “nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro, y como no hallaron el cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que Él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y lo encontraron como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron”.  Entonces Él les dijo: “¡qué lentos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por los profetas, les enseñó lo que sobre Él estaba escrito en las escrituras”. Al anochecer llegaron a la aldea de Emaús y Jesús hizo como que iba más lejos, más ellos le pidieron que se quedara. Esa noche Jesús se quedó a cenar con ellos. “Estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y se los dio.  Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció”. Jesús habla muchas veces a tu corazón, solo que no quieres escucharlo. Los discípulos mostraban incredulidad a pesar de que habían escuchado que había resucitado. Jesús salió a su encuentro y caminó con ellos y les ayudo a conocer la verdad, la promesa. Solo de esta manera pudieron reconocerle. Para el cristiano, el Emaús cotidiano nace con la esperanza de cruzarse con Jesús todos los días en su camino. Con la ilusión de quien se siente acompañado en la vida. Para los discípulos, el camino a Emaús era un camino real, para el cristiano tiene que ser un camino personal, de encuentro con uno mismo y con Jesús.  Cada vez que sientas en tu corazón que Jesús te habla, no lo dejes ir y pídele: "¡quédate conmigo!", invítale a cenar, ábrele tu corazón y escúchale. Ponte en camino y camina a su lado. Una vez que le reconocieron, ellos se dijeron uno al otro: “¿no ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos explicaba las escrituras?” Esa misma noche y al momento los discípulos volvieron a Jerusalén. Hallaron a los once discípulos reunidos y a los que estaban con ellos que decían: “ha resucitado el Señor, verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos empezaron a contar las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan”.
Tomás Ortiz Ruiz