1. Mientras te trasladas de casa a la Iglesia «prepara tu corazón».
Piensa: «Voy a encontrarme con el Señor y con un grupo de hermanos en la fe; voy a escuchar a Jesús que hoy quiere decirme algo». Pregúntate: «¿De qué le voy a dar gracias a Dios? ¿Qué llevo en mis manos para presentarle hoy?».
2. Sé puntual y colócate en un sitio próximo al altar. No te sitúes en la parte de atrás, o en los últimos bancos del templo. Te distraerá la gente que llega tarde. Además, una comunidad dispersa, en la que cada uno se sienta donde le apetece, no hace visible la unidad de todos en la fe y en el amor.
3. Presta atención a las lecturas y a la predicación del sacerdote. Te encontrarás, sin la menor duda, y a menudo, con que el sacerdote no es un buen orador o que dice cosas sin sustancia. No te importe. No lo juzgues. Con toda certeza, Jesús te quiere decir algo a través de él y hasta te sorprenderá en más de una ocasión. Frecuentemente Dios dice grandes cosas a través de malos predicadores.
4. Tras haber participado en la Eucaristía, en la comunión, aprovecha los instantes de silencio que se te ofrecen para hablar con el Señor, para darle gracias, para pedir fuerzas y programar la semana que vas a comenzar.
5. Por fin, márcate un pequeño compromiso para la semana próxima. Intenta, desde él, ser más fiel a Jesucristo.
Son
consejos sencillos. Experimenta alguno de ellos. Es una fórmula que te ayudará
a vivir plenamente cada Eucaristía del domingo, sea como sea tu parroquia, se
celebre como se celebre la Eucaristía a la que asistes, sea como sea la homilía
del sacerdote.