lunes, 12 de octubre de 2015

La cruz de cada día



1.- No vivas recordando las cruces de tu pasado. Algunos se pasan la vida recordando lo triste que ha sido su vida, como si así cambiasen el pasado. Esas cruces ya las has vivido. Vive ahora las del presente. Así no tendrás que revivirlas mañana. Porque las cruces que se aceptan con generosidad se viven y se olvidan. No vuelven a doler más.
2.- Tampoco vivas imaginando las cruces del mañana. ¿Sabes cuáles van a ser? Además, Dios no te ha garantizado fuerzas para llevar las cruces de hoy y las de mañana juntas. Dios da las fuerzas necesarias para las cruces de cada día. Para las de mañana, tendrás que esperar a mañana. Vivir hoy las cruces del mañana  es llevar exceso de peso hoy. Y eso hay que pagarlo.
3.- Vive las cruces reales. No las imaginarias. Muchos tienen más cruces en la cabeza que sobre sus hombros. Pero como no saben ver la luz, siempre se están imaginando y soñando cosas. De las cruces de hoy podrás culpar a alguien. De las cruces imaginarias, tú serás el único culpable. ¿No crees que ya son suficientes las cruces de verdad, sin necesidad inventarte otras nuevas?
4.- Las cruces son para ser llevadas a hombros. Pero mejor si las llevas en el corazón. Te lo aseguro, Las cruces cuando se llevan con el corazón pesan mucho menos. El corazón tiene más resistencias que tus hombros, por muy forzudos que los tengas.
5.- Algo importante. No soluciones el problema de tus cruces echándolas encima de los hombros de los demás. Las cruces se llevan o te llevan. Pero tus cruces solo valen para ti. No están hechas a medida de los demás. Si estás de mal humor, ¿por qué tienen que pagar los demás? Si estás con rabia y furioso porque las cosas te salieron mal, ¿qué culpa tienen los tuyos? Aguántate.
6.- Ah, un consejo. Las cruces no se miden ni se pesan. ¿Cómo sabes tú que tus cruces pesan menos que las del vecino? ¿Cómo sabes tú que las cruces de tu vecino son más llevaderas que las tuyas? ¿Por qué él camina feliz bajo su peso? Eso no es problema de la madera de la cruz que parece más liviana. Es que posiblemente él le ha puesto más ilusión, más esperanza, más corazón.
7.- Y otra cosa. No culpes a Dios de te envió ésta o aquella cruz y luego te pones a rezarle para que te la quite o cambie. Porque eso es como decirle que se equivocó contigo y que se corrija. Hay muchos que primero hacen a Dios culpable de sus cruces y luego cuando le rezan, lo hacen dudando. ¿Me hará caso? Bueno, si Dios me manda las cruces y luego me las quita pareciera estar jugando con migo. Y Dios es muy serio.