- Vivo sin vivir en mí
- y tan alta vida espero
- que muero porque no muero.
- Vivo ya fuera de mí,
- después que muero de amor,
- porque vivo en el Señor,
- que me quiso para sí;
- cuando el corazón le di
- puso en mí este letrero:
- «Que muero porque no muero».
- Esta divina unión,
- y el amor con que yo vivo,
- hace a mi Dios mi cautivo
- y libre mi corazón;
- y causa en mí tal pasión
- ver a mi Dios prisionero,
- que muero porque no muero.
- ¡Ay, qué larga es esta vida!
- ¡Qué duros estos destierros,
- esta cárcel y estos hierros
- en que está el alma metida!
- Sólo esperar la salida
- me causa un dolor tan fiero,
- que muero porque no muero.
- Acaba ya de dejarme,
- vida, no me seas molesta;
- porque muriendo, ¿qué resta,
- sino vivir y gozarme?
- No dejes de consolarme,
- muerte, que ansí te requiero:
- que muero porque no muero.
- Santa Teresa de Jesús
viernes, 14 de agosto de 2015
Vivo sin vivir en mí
Tarde te amé
«¡Tarde te amé, hermosura tan
antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí
y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba
sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no
lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no
estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y
respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me
tocaste, y abraséme en tu paz».
San Agustín - Confesiones (X, 27, 38)
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